viernes, 8 de agosto de 2008

AGOSTO (lustroso)

Una vez en la vida
debo encontrar dentro de mí
una noche de agosto
mi alma perdida
que arrojé al mar.

Es curioso, si pudiéramos ver el futuro con absoluta claridad, si pudiéremos ver lo que nos espera como vemos los recuerdos en nuestra cabeza, seguramente no haríamos lo necesario para que ese futuro se cumpla...

Intentaré explicarme mejor. Si viéramos el futuro, seguramente tomaríamos decisiones en el presente que llevarían a que ese futuro no exista nunca. Dicho de otra manera, la vida no es una línea recta que nos lleva a un punto definido. La vida es azar.

Hace unos años le pedí con desaparición y profunda melancolía, quizá la más profunda en mi vida, al Dios del mar que me llevara, que me tomara con furia y azotara mi cuerpo en su obscuro interior para no salir jamás, muy a la Storni, pero sin su paz ni su talento, claro está.

La respuesta del mar a mi súplica fue una tormenta, un rugir estruendoso que invocaba un huracán. Aquella noche de tormenta pude ver una metáfora de mi alma en el ambiente: centellas, truenos, lluvia, vientos tan agitados como oscura era la noche y lo peor, vi frente a mi los tres más grandes miedos de mi corazón.

Si aquel agosto hubiera visto la tierra prometida que nos pertenece seguramente estaría en otro lado, en otra tierra.

A un lustro de aquello, me doy cuenta que todo ha cambiado, fuerte lección me dio el Dios al que invoqué y a quien le debo una ofrenda por mi alma, porque hoy no hay cadenas y todavía en la sangre gitana que llevo dentro me arde fuego, de mis manos, directa al corazón... el alma respira, amo, vivo y no temo.

Una vez en la vida
debo encontrar dentro de mí
una noche de agosto
mi alma perdida
que arrojé al mar