miércoles, 6 de julio de 2016

¿Por qué siempre hay marchas en Ciudad de México que nos afectan a los que no tenemos la culpa de los problemas de otros estados?

Ya es casi tradicional que los campesinos de no sé dónde o los maestros de aquellos estados, los indígenas del sur, las organizaciones del norte del país, todos lleguen acá ¿y nosotros qué pinche culpa? Pues es simple, se debe a una posición de privilegio.

En Ciudad de México se encuentran los poderes, las instituciones y los representantes de clases dominantes que durante siglos se han encargado de concentrar la riqueza de las demás regiones del país. Se hacen acuerdos, leyes o proclamas que afectan la vida de millones sin importar si están cerca o a muchísimos kilómetros en la lejanía.

A esa misma concentración de poder y recursos se debe que la ciudad cuente con la infraestructura y servicios de los que disfrutamos sus habitantes, si no, no habría ni estas grandes avenidas, ni el Metro, los majestuosos edificios, el aeropuerto o la creciente oferta comercial de cualquier producto innecesario. Cada servicio, cada supermercado, cada semáforo, cada centímetro de pavimento (con hoyo o sin él) se ha obtenido con los impuestos pagados por los habitantes de la ciudad pero también con una proporción de lo que aportan los diferentes estados de la federación. El Periférico no creció solo, el Estadio Azteca no ha estado ahí desde el jurásico, ni Los Pinos salieron de una semilla.

Entonces, cuando algún grupo político local o de otra entidad se manifiesta en las calles de la CDMX lo hace porque aquí están las personas y organismos públicos y privados que pueden ayudar a resolver cierto conflicto (que incluso esos mismos pudieron haber generado en primer lugar) y si "afectan el tránsito" es porque la molestia de los habitantes de la urbe genera mayor presión política que la molestia de cualquier ajeno a ella (o sea, la queja un chilango vale más que la de cien "provincianos" en sus pueblos).

Y que conste que no estoy hablando de lo justificado o no de cualquier protesta, ni si sus dirigentes tienen razón o no, estoy hablando de que la posición de privilegio de la chilanguería (nacida o avecindada) se debe a su proximidad geográfica y simbólica al poder político y económico, ¿o qué, creían que aquí había "más progreso" porque semos más chipucludos? ¡¡¡Pos no, mis vidas!!!

Si te enojas porque no te dejan pasar para llegar sin molestias a tu lugar de privilegio (trabajo, escuela, café, cine, motel o el que sea), hay de tres sopas: o te mudas allá donde no hay marchas (y seguro chingomil menos oportunidades del trabajo de lo que sabes hacer) o sales más temprano o la última, vociferas el uso de la fuerza pública para que pase su real majestad, asumiendo que te has convertido en la intransigencia personificada que recibe todos los beneficios y rechaza pagar el mínimo costo de los mismos.

martes, 29 de marzo de 2016

No tengo la solución, mi baraka. أنا ما عندي حل

Tu sonrisa, tu cara llena de luz, fueron la confirmación de que no lo imaginé. Nos amamos juntos casi sin tocarnos. Con tus ojos cerrados y con mi mirada sinvergüenza; con la respiración nuestra, de ambos; con apenas roces hicimos amor.
No hablamos, no sé nada de ti ni tú de mí, solo que estuvimos juntos, emocionados, excitados, poseídos de ternura.
Tu cuerpo delgado me invitaba a protegerlo, cuidarlo, cubrirlo conmigo, quería que vivieras dentro de mi pecho. Tú me darías la energía de tu juventud, la de tus ojos hermosos.
Tu perfil me enloquecía, lo miré por horas sin cansarme y lo seguiría mirando. El rabillo de tu ojo, tu mueca de alegría, esas pestañas que me engancharon, tu pelo quebrado, tu nuca, ese perfil angulado con sonrisa discreta y hermosa rodeada de tu barba para ningún lado... Mil horas.
Pensé darte la forma de contactarme y no lo hice, tuve miedo, y ahora que mis ojos ven lo que tú viste después de mí, me arrepiento y me niego a dejarte ir de nuevo. Le exijo a mi memoria que te grabe, que no te olvide, que me traiga de ti hasta el más mínimo detalle. No quiero dejarte ir otra vez, no después de que a la distancia te brincó el corazón por verme de nuevo, no después de que te desviviste por hacerme saber que fuimos juntos. Te vi alejarte en ese autobús sonriéndome, pegado a la ventana, viéndome cómo te seguía con el espíritu desprendido.
Estoy en el Rif, en el mismo asiento de autobús que tú ayer, viendo lo que viste después de nosotros. No quiero dejarte ir pero no hay más. Fuimos.
Ahora ya no eres tú conmigo, eres lo que quiero que seas, lo que necesito. Serás mi Mohammed, mi Alí o mi Abdalá de carne y hueso, mi profeta, mi heredero, mi guía, mi baraka. Mi primavera de un instante. La primavera más corta, la más profunda.
¿Cómo no querer volver para encontrarte otra vez, para no dejarte ir? ¿Para qué volver si no te encontraré de nuevo? La vida no es tan dadivosa para obsequiar el mismo tesoro dos veces. No tengo la solución.
Todo un camino para encontrarte y ahora solo me queda la vida después del instante.
Tetuán, tu destino, 22 de marzo de 2016.
أنا ما عندي حل